CRÓNICA DE UN PAÍS II.
Finalmente,
tras años y años de luchas orales y absurdas argumentaciones seudohistóricas,
Cataluña, aquejada de una infame gestión e indolente ante la evidenciada
corrupción de sus propios gobiernos autonómicos, se independiza. La mitad de
ella, aproximadamente, lo festeja. La otra mitad, inquieta, insegura, se divide
entre los que abandonan la región y los que se resignan y continúan en ella. Al
cabo de unos años el panorama mejora globalmente y durante décadas los
catalanes viven en el convencimiento absoluto de su gran decisión. Aprenden,
con ayuda del adoctrinamiento galo, a mofarse de las dificultades de su ya
expatria, decretan nuevas leyes fronterizas con el estado español y se
convierten en un paraíso fiscal. El Barcelona gana todas las ligas y copas
catalanas en todas las disciplinas deportivas y categorías posibles, pero a
nivel internacional no se comen nada.
Al
cabo de unos años una pequeña crisis amenaza la región… perdón, nación
catalana. Entonces los barceloneses, sostenidos en su mayor renta per cápita,
acusan al resto de regiones de ser el verdadero origen de todos sus problemas.
Refieren una profunda investigación histórica y ensalzan el antiguo y glorioso
Condado de Barcelona, muestran un escudo distinto bordado en una bandera
hallada en libros añosos y manifiestan su deseo de separarse de sus otrora
hermanos catalanes y fundar el nuevo estado nacional de Barcelona. Finalmente,
tras años y años de luchas orales y absurdas argumentaciones seudohistóricas,
Barcelona, se independiza.
Lérida,
Tarragona y Gerona se sumen en un caos económico que no importa a nadie y
solicitan, sin conseguirlo, su reingreso en la España. Poco a poco, salen
adelante como una nación pobre pero autosuficiente.
Barcelona
prospera, acoge una nueva exposición universal gracias al soborno de su
alcalde… perdón, presidente de la nación, y alcanza grandes cotas de felicidad
popular. Al cabo de unos años una pequeña crisis amenaza la economía de
Barcelona. Entonces, los habitantes del barrio de Pedralbes acusan al resto de
barceloneses de ser culpables de todos los males de la nación, los señalan como
unos vagos y delincuentes, y los inculpan de robarles con sus impuestos. Así que
manifiestan su deseo de emanciparse inmediatamente. Finalmente, tras años y
años de luchas orales y absurdas argumentaciones seudohistóricas, Pedralbes, se
independiza.
Pedralbes
es feliz ahora y todos sus habitantes viven convencidos de su extraordinaria
determinación. Han recuperado un extraño dialecto… perdón, idioma, que dicen
que es anterior al latín y en sus balcones cuelgan banderas nunca antes vistas
pero que parecen ser de una cultura ancestral asentada en una época
prerrománica en aquella zona. Al cabo de unos años una pequeña crisis amenaza
la economía de Pedralbes, entonces, los vecinos de la calle Doctor Ferran tras
años y años de luchas orales y absurdas argumentaciones seudohistóricas
declaran su independencia… Al cabo de unos años una pequeña crisis económica
asola la calle… perdón, la nación de Pedralbes. Artur, reprocha a sus vecinos
su mala disposición a solucionar los problemas y su nula incapacidad gestora,
así que, indignado por la situación declara su intención de desvincularse y
tras años y años de… ya saben… logra su emancipación total. Artur logra
declararse, en su chalet de la calle Doctor Ferran, en el barrio de Pedralbes,
en Barcelona, sita en Cataluña, de España, Europa, en este maravilloso mundo:
Nación independiente.
Al
cabo de unos años, como no podía ser de otra manera, Artur, sufre una pequeña
crisis económica fruto de tanta economía sumergida y productos de exportación.
Cuando encontraron a Artur, yacía envuelto en una bandera que nadie conocía,
sentado en un sillón marcado con un letrero con unas extrañas letras de un idioma desconocido y en la más pestilente y absoluta soledad.
Comentarios
me encanta y leo muy seguido!
beso grande y gracias por compartir tan hermosas palabras!!!
besos
Me suena tanto...
Saludos
Felicitaciones por cada publicacion!!
Es genial ser parte!
besos