LO QUE NO PUEDES VER
Hace ya algún tiempo, años
incluso, coincidí en un trayecto de autobús con un conocido que, por aquel
entonces, estudiaba bellas artes. Hoy es un artista emergente y tiene un
presente y futuro esperanzador. El caso es que entre diálogos intrascendentes y
silencios medidos, él sacó una libreta y comenzó a dibujar lo que había ante
sus ojos. Yo estaba sentado a su lado, así que lo que andaba delante suya no
difería lo más mínimo de lo que yo podía ver, o eso creía yo. Con un lápiz de
carboncillo comenzó a dibujar trazos vertiginosos que, como por arte de magia,
hicieron florecer sobre el papel la figura obtusa de un señor, la desolada
coronilla de otro por encima del cabecero de un asiento, o el peinado vetusto
de una señora de avanzada edad. Todo con un sentido de la perspectiva y la
proporción verdaderamente admirables. El baile de sus dedos sobre el pliego era
algo hipnótico, te lo aseguro. Pero lo que más me sorprendió no fue su
indiscutible talento ni su técnica depurada. Lo que más me llamó la atención
fue que él veía cosas que yo no. Él veía movimientos de cabello que yo no
apreciaba, él veía pliegues de ropa que yo no podía percibir. Él veía otra
realidad. Él miraba lo que le rodeaba con otros ojos. Veía el mundo de una
manera diferente hasta en el más mínimo y elemental detalle. Esa es la realidad
del artista. Y entonces, toda esta bohemia reflexión me conduce, como siempre,
a ti. Sí, porque tú eres mi motivo para sentirme artista; porque yo veo en ti
virtudes que nadie puede ver, veo gestos y aspectos que ni tú puedes apreciar.
Veo en ti una realidad que me fascina, que es solo mía porque sé que los demás
no tienen la capacidad de percibir. Veo en ti movimientos de cabellos y
pliegues de ropa que, otros no es que no aprecien o valoren, es que ni siquiera
pueden verlos. Veo en ti un mundo que sólo yo percibo. Y si tuviera el talento
necesario y la técnica adecuada, lo dibujaría. Y sería, sin duda alguna, una
obra bella.
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