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LA CORRIENTE

Probablemente me dejaría llevar con ellos. Supongo que no lo dudaría. Entiendo que el corazón tiraría de mí, soltaría mis manos y lucharía por alcanzarlos. Sin pensar si quiera que tal vez fuera imposible, daría igual, porque si no fuera con ellos, ¿qué haría? ¿qué sentido tendría todo cuanto soy, todo cuanto hago o pienso? ¿Qué más daría firmar la defunción de todas mis historias si la corriente los lleva? ¡Qué dolor, madre mía! ¡qué dolor más grande! Y cuando llegara el momento de rendirse y entregarse a la corriente sería soportando la culpa de no haber sido capaz de protegerlos, de asirlos debidamente, de retener sus cuerpos junto al mío. Así que, ¿qué más daría la muerte? ¿qué iba a importar ya el tiempo? ¿qué razón quedaría viva? Casi no soporto imaginarlo, no creo que pudiera vivirlo. Ese hombre abrazado al tronco de un árbol viendo como la corriente le arrebata a sus hijos…

CUENTO DE UN HOMBRE



Un hombre normal, que en su adolescencia no fue popular, que no se sintió nunca admirable ni deseado. Un hombre que fue madurando y adquirió ciertas dotes sociales, siempre en entornos festivos y, frecuentemente, embriagadores en sentido literal. Un hombre que aprendió el arte de la seducción vigorizado en ceños varoniles y gestos sugestivos. Un hombre que se enamoró muchas veces, pues su corazón remolcaba carestías afectivas. Que alcanzó su cenit alzando un brandy en mitad de un garito rodeado de su efímera comparsa, de su gente. Se sintió querido entonces, admirado, atractivo… feliz. Los años pasan, pasaron, como pasan para todos. Los treinta y tantos, los cuarenta. Cayó enero en la calle. Salió del trabajo, que ya no recordaba quien se lo proporcionó. No sabía como llegó hasta allí ni por qué. Se casó y ya no. Tuvo una hija y ya no. Sonrió y ya no. Un hombre al que le quedó la tristeza de un son, generalmente flamenco, de una copa… de un ¿qué pasó? ¿dónde y cuando se torció todo? Sin entender el camino torcido que emprendió hace tanto. Pues ese hombre se levantó un día, desnudo, las lágrimas descorchando los ojos, extrañando la luz...  y se fue a la calle, se alzaba abril. Desnudo caminó disoluto, acusado por las iris de los adultos. Y emprendió la carrera y rió, rió mucho, rió fuerte. Se rió de sí mismo y de todos. Y pensaron que había perdido la chaveta y nunca en su vida fue tan cuerdo. Y entonces volvió a casa y la llamó y le pidió perdón y le reprochó un par de cosas. Luego dejó el trabajo y buscó a su hija y la abrazó, se despidió de ella y nunca, nunca, nadie más supo de él. Ella duda, su hija lo quiere, sus amigos lo recuerdan y él, seguro, seguro, que es feliz.

Comentarios

chiki ha dicho que…
Se te echaba de menos por estos lares!!! Como siempre eres capaz de describir lo cotidiano y transformarlo en poesía que llega al interior. Bravo maestro!!!!
chiki ha dicho que…
Se te echaba de menos por estos lares!!! Como siempre eres capaz de describir lo cotidiano y transformarlo en poesía que llega al interior. Bravo maestro!!!!
Noa ha dicho que…
¿Pero qué le pasó?Imagino que se desnudó y empezó a correr por los lugares, que por eso creyeron que perdió la chaveta. Y si lo recuerdan, es que ya no está... .

Me gusta como escribes.
Jesus eres un genio!!! me encanta como relatas cada publicacion...
Sos un genio que realmente da placer leeerte!!!
te felicito y seguiré hasta el infinito!!
besossss
Me encanta el blog!
Felicitaciones por cada publicacion!!
Es genial ser parte!
besos

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