LA NOCHE DE REMEDIOS ARIZA (2ª parte)
Cuando alcanzamos el camposanto, el cielo lucía un azul impropio de la noche. Pareciera que las estrellas estuvieran más cerca, que se hubieran asomado a la ventana del universo para acompañar a Suso en su homenaje. Cuando iba a preguntarle que cómo pensaba entrar Suso ya estaba encaramado a los muros de la necrópolis.
Salté detrás de él con bastante dificultad y cuando logré alcanzarlo estaba arrodillado ante el sepulcro de Remedios Ariza. Me retiré para dejarlos a solas.
Después de unos minutos de oración, Suso Guevara se levantó con las mejillas surcadas, se echó la mano al interior de la chaqueta y sacó un papel doblado en varios pliegues. Lo desplegó y tras carraspear levemente comenzó a recitar unas octavas reales de aroma gongorino. Una elegía invadida de un desesperante amor. Sentí hervir las cuencas de mis ojos y el vapor de agua se hizo lágrima salada al exhibirse a la vista y correr por mi rostro.
Al finalizar el homenaje, Suso volvió a doblar escrupulosamente el poema y lo devolvió al bolsillo interior de su chaqueta. Se arrodilló de nuevo y besó delicadamente la lápida, que pareció hundirse al contacto con los labios. Se incorporó con parsimonia y con la cabeza gacha comenzó a caminar hacia la salida.
- Hasta el año que viene, Remedios.
Las palabras escapadas de la boca, como un misterio fugado de una botella de gaseosa caliente, se me clavaron en las encías al repetirlas sin pretenderlo en mi alma dolorida. Caminamos en silencio pues yo no sabía qué decir y él no quería decir nada.
Llegamos a la cancela y pensé que por ella sería más difícil saltar que por algunas zonas del muro. Se lo comenté a Suso en voz baja, como si no quisiera despabilar a las ánimas dormidas. Sacó un brazo por los barrotes y a los pocos segundos se presentó un guardia de seguridad perfectamente uniformado.
- Ya creí que no vendría usted éste año, señor Guevara.
Nos despidió casi con reverencia.
Seguimos andando en dirección a la Macarena y cuando ya enfilábamos la avenida Doctor Fedriani le oí pronunciar bajito su nombre.
- Remedios, como te añoro. Si, al menos, pudieras oír tantas cosas que tengo que decirte. Si pudiera pasar contigo un sólo minuto más.
Salté detrás de él con bastante dificultad y cuando logré alcanzarlo estaba arrodillado ante el sepulcro de Remedios Ariza. Me retiré para dejarlos a solas.
Después de unos minutos de oración, Suso Guevara se levantó con las mejillas surcadas, se echó la mano al interior de la chaqueta y sacó un papel doblado en varios pliegues. Lo desplegó y tras carraspear levemente comenzó a recitar unas octavas reales de aroma gongorino. Una elegía invadida de un desesperante amor. Sentí hervir las cuencas de mis ojos y el vapor de agua se hizo lágrima salada al exhibirse a la vista y correr por mi rostro.
Al finalizar el homenaje, Suso volvió a doblar escrupulosamente el poema y lo devolvió al bolsillo interior de su chaqueta. Se arrodilló de nuevo y besó delicadamente la lápida, que pareció hundirse al contacto con los labios. Se incorporó con parsimonia y con la cabeza gacha comenzó a caminar hacia la salida.
- Hasta el año que viene, Remedios.
Las palabras escapadas de la boca, como un misterio fugado de una botella de gaseosa caliente, se me clavaron en las encías al repetirlas sin pretenderlo en mi alma dolorida. Caminamos en silencio pues yo no sabía qué decir y él no quería decir nada.
Llegamos a la cancela y pensé que por ella sería más difícil saltar que por algunas zonas del muro. Se lo comenté a Suso en voz baja, como si no quisiera despabilar a las ánimas dormidas. Sacó un brazo por los barrotes y a los pocos segundos se presentó un guardia de seguridad perfectamente uniformado.
- Ya creí que no vendría usted éste año, señor Guevara.
Nos despidió casi con reverencia.
Seguimos andando en dirección a la Macarena y cuando ya enfilábamos la avenida Doctor Fedriani le oí pronunciar bajito su nombre.
- Remedios, como te añoro. Si, al menos, pudieras oír tantas cosas que tengo que decirte. Si pudiera pasar contigo un sólo minuto más.
Continuará...
Comentarios
Tiene poesía tu narración.
La historia...conmovedora.
Esperaré el continuado.
Un abrazo
Gizz
Mu bonito...
Y para ser sincera.. muy real.
Continúa pronto...
Un saludo..
(por cierto, si quieres, las porras continúan, ok? SOn dos por semana mientras haya champions)
Me cuesta resistir la tentación de inventar un epitafio para Remedios, dado que ultimamente me dedico a éso...
Tienta...tienta...
Qué historia maravillosamente contada.
Te felicito.Ha sido un placer inmenso leerla.
Esperaremos lo que sigue.
BESOS. !
Un saludo.
definitivamente quiza la forma mas poetica de mostrar el amor q ni la muerte separa, un amor de almas no de cuerpos ni de corazones!
precioso...
=)
es poesia hecha prosa, como si oyera ese quejio intenso y amargo del amor perdido, enhorabuena.
Me gustaría que la próxima parte Remedios volviera a la vida, pero claro, es una utopía.
Besos
Besitos
Janeth
Pués muy bien nos seguimos para ver si eso és cierto?
Te leo!
Besos
Flor
He leido varios poemas y son originales,sugerentes y ciertamente bellos..
Tu último relato me lleva a un enigma de amor.. con ciertas notas de humor,que alivian la seriedad y le proporcionan ligereza,gracia e interés..
Enhorabuena y sigue escribiendo que nos enganchas a todos..
Un abrazo amigo y gracias.
M.Jesús