LA EDAD
Caminaba como si un andamio hubiera cobrado vida. Claro que, portaba ocho décadas en el dni. Bien acicalado, con unos jeans gastados, una camisa clara y jersey con cuello de pico de color azul índigo. En su cabeza una mascota azabache de Maquedano. Arrastraba su historia por la suela de los zapatos, sosteniendo las dudas de sus remos sobre un bastón de roble. Atravesó el parque hasta llegar a aquel ajado banco de metal oxidado, desplegó con cuidado una hoja de periódico que extrajo de su bolsillo y tras dar la vuelta como si fuera un helicóptero de madera se sentó.
Se descubrió la mollera y se tocó el pelo
argentado. Después se repasó las rodillas que le habían dado guerra casi desde
que era un zagal. Nunca creyó que le aguantaran tanto, pero ahí estaban. Se
miró las manos, sonrió al ver la despigmentación de la piel, la hinchazón de
las muñecas, la artrosis de los nudos entre las falanges. Se paró a pensar en
las visibles grietas. Imaginó a un ser diminuto en el dorso de sus manos
sosteniendo a un mulo indómito tirando de un arado. Se humedeció los labios y
se reclinó para ampliar la perspectiva de lo que parecía un bonito día. El
cielo despejado, el aire fresco, el parque límpido y silencioso. Respiró hondo.
Pensó entonces que nunca volvió a Roma con ella a pesar de los veinte céntimos
de la Fontana di Trevi. Tampoco llegó a ir con su amigo a hacerse un traje a
medida en Rico Sardelli. No se compró un volkswagen sedán. No marcó un gol en
un mundial. No ganó un grammy. No terminó aquella novela que empezó. No
aprendió alemán ni a tocar la guitarra. Nunca leyó El Quijote por completo. No
se acostó con Beyoncé.
Pensó entonces en los motivos de su
inquebrantable felicidad. Esa felicidad que le había acompañado toda la vida. Recordó
que alguien le dijo que con suerte uno podría leer a lo largo de su vida unos
mil libros, y eso hablando de un lector persistente. Por tanto, había que
seleccionar muy bien lo que uno se echaba al alma, que es lugar a donde van las
lecturas. Recapacitó sobre cuántas cosas había sacrificado por tener la vida
que tuvo. Cuántos caminos dejó de explorar por continuar por aquel que creyó
correcto, a veces no para sí mismo sino para los suyos. Cuántos libros dejó
sobre las estanterías y repisas del universo sin tocarlos u olerlos, al menos.
Cada veintiocho de Junio de acercaba a aquel
parque para recordar a su esposa. Hacía cinco años que ella se había marchado,
abandonando el único mundo existente. Él no la lloró nunca porque todo cuanto hicieron fue bien
intencionado. Se quisieron con la mayor complicidad posible y siempre se
dijeron la verdad.
Intuitivamente miró a la derecha y vio venir a
su hijo Jesús haciéndole carantoñas a un bebé que traía en brazos, junto a él
su hermosa mujer empujando un carro en el que viaja dormido el mayor de los
hijos.
Inevitablemente se le humedecen los ojos, antes
de mirar al otro lado y ver como se acerca el menor de sus hijos, Lucas. Solo,
con una enorme sonrisa en los labios y un porte inigualablemente seguro.
Cuando todos convergen delante suya se saludan
con incalculable afecto y él ya no puede sostener las lágrimas.
- ¿Qué te pasa, Papá? – pregunta Jesús mientras
Lucas le pone la mano en el hombro.
- Nada, nada… - dice mientras intenta
levantarse – que elegí bien los libros, hijos, que elegí bien los libros.
Comentarios
Se me antoja pensar que los libros que elegimos leer a lo largo de nuestra vida son como los caminos que decidimos tomar en ella, algunos apenas si los recordamos por cortos o insulsos y otros resultan marcarnos a fuego para siempre. Y la magia de ello, como cuando acariciamos las tapas de un libro aún sin abrir, está precisamente en no saberlo hasta que no se ha andado un buen trecho.
A veces el camino que a priori se nos presenta como aquellas almas desbandadas que van avanzando por el mundo sin pena ni gloria, se nos revela como el más maravilloso viaje de aventuras jamás imaginado... igual que un libro, igual que el libro que al principio parecía un tostón y resultó contar una historia apasionante.
Es complicado elegir buenos libros y elegir buenos caminos. Elegir siempre es complicado, sobre todo, porque uno nunca sabe qué escondía el libro o el camino descartado. Sólo hay una cosa capaz de mitigar esa sensación de incertidumbre que deja cualquier elección... echar la vista atrás y que nos guste lo que hay... siempre pensé que lo peor que nos puede pasar en la vida es llegar a la vejez, echar la vista atrás para observar con perspectiva el largo camino andado durante años y darte cuenta de que uno no ha sido feliz.
Por otro lado, me sorprendió que lo dieras tintes autobiográficos, supongo que porque a mi me da cierto miedo imaginarme mi futuro, por lo que son más "de ficción" en ese sentido.
En definitiva, que vaya charla he soltado en un momento, jajaja... Que me ha gustado mucho tu escrito, por cómo está escrito y por cómo tus palabras me han invitado a la reflexión.
Y por ponerte un pero, que me atrevo a hacerlo porque sé que lo agradeces, decirte que me resulta bastante chocante que durante todo el texto estés hablando en pasado y de repente, en la parte final, pases a hacerlo en presente. Yo lo cambiaría.
Por lo demás, felicitaciones, sigue compartiendo con los demás tu escritura, porque siempre es un gusto leerla.
Un beso. Angie.
(siento haberme extendido tanto, es que su lectura me inspiró, ejeje..)
Besos.
Un abrazo
Un abrazo
Es tan importante escoger bien los libros...
Mi fraterno saludo y gracias por pasar por mi casita.
Un placer leerte, te dejo un abrazo.
Me ha encantado pasar por tu espacio y leer este precioso relato un algo melancólico que me parece un tanto personal.
Gracias por compartir tus letras.
Te dejo un besote y mi estima.
Se muy feliz.