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EL ALUMNO
Cuando Roberto fue llamado por el
profesor de su hijo para una reunión personal se sorprendió. Sabía que el niño
era un poco holgazán pero también inteligente y respetuoso, así que no podía
imaginar el motivo de tal requerimiento.
Pidió un receso en el trabajo y a las cuatro en punto de la tarde
estaba, bien acicalado, en el umbral del aula B de tercero de primaria. En
seguida se abrió la puerta y la señorita Irene le invitó a entrar. Se sentó,
apoyó los brazos en la mesa y cruzó delante de sí los dedos de las manos.
- Bueno,
dígame.
- Verá,
señor Ramírez, su hijo… es un niño con muchas posibilidades que debido a su
desinterés por la mayoría de materias y su querencia a la vagancia no rinde
como debiera. Estoy especialmente preocupada con sus capacidades matemáticas.
Creo que no termina de prestar la atención suficiente y no se entera. Además,
algo similar le ocurre con las ciencias y también con el lenguaje y… vamos que
el niño no muestra el más mínimo interés por aprender absolutamente nada.
- Vaya.
-
Pues sí.
Roberto se quedó cariacontecido. Fijó la mirada en la
superficie de la mesa y se frotó la barbilla con la mano diestra.
- Total,
que el niño no hace nada en todo el día, ¿no?
-
Exactamente, se pasa el día dibujando garabatos
en su cuaderno. Hoy mismo le he requisado uno de ellos. Fíjese.
La profesora le extendió el cuaderno. Roberto lo abrió y
descubrió infinidad de dibujos bastante interesantes. Dibujos de extraños seres
muy bien definidos.
- Son
muy bonitos, ¿no cree usted?
- Sí,
señor Ramírez, sin duda lo son, pero no me parece apropiado que su hijo realice
esos dibujos durante las clases que corresponden a otras asignaturas.
- Sí,
en eso tiene razón.- Contestó Roberto mientras ojeaba el cuaderno. – Y, ¿qué
cree usted que debemos hacer?
- Pues
mire, si no quiere que su hijo pierda el curso búsquele un buen profesor
particular y que se ponga las pilas.
-
Ajá, bien, eso haré.
Al cabo de un mes, Roberto concertó una cita con la tutora de
su hijo.
- Buenas
tardes, Señorita Irene. ¿Qué tal va mi hijo?
- Pues,
bueno, su hijo está mejorando poco a poco, la verdad. Aún anda algo retrasado en
conocimientos pero ha cambiado mucho su actitud. Está más contento, no sé, más
motivado. Ha dejado de pintar en los cuadernos y está más atento.
- Bien,
me alegro. Estoy muy contento y debo agradecérselo a usted. Hice lo que me dijo
y está muy alegre y muy interesado en sus clases particulares. Muy, muy
interesado. Gracias.
- Genial.
Muy bien. Qué asignaturas está trabajando en sus clases, ¿Matemáticas? ¿Lengua?
¿Ciencias?
-
Ah, no, no está con esas asignaturas que se le
dan tan mal. Lo he apuntado a una academia de pintura.
La profesora se quedó boquiabierta y Roberto, henchido de
orgullo, se levantó de la silla con una sonrisa en los labios.
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Comentarios
Raro en mi que soy impaciente al leer
gracias