CUANDO NO SABÍAMOS NADA


Qué lindo era todo cuando no sabíamos nada. Qué oscuro era también y qué salvaje. Qué auténtico resultaba todo cuanto hacíamos. Cuando gracias a nuestra ignorancia asaltábamos labios con absoluto terror. Cuando la voz elevada entumecía los oídos porque no sabíamos lo que proseguía. Cuando las canas autorizaban, cuando la propiedad existía, cuando lo común era de todos y la verdad indemostrable. Cuando la mentira era eso que duraba hasta llegar a casa. Cuando una miraba no ofendía lo suficiente como para cobrar la vida, cuando todo era un misterio. Qué cierto resultaba experimentar sin curso previo, sin video ilustrativo. Cuando la clase magistral de lengua era de lengua tres años mayor que uno. Cuando todo era un riesgo e ignorar la ley no exculpaba pero instruía. Qué linda la guantá bien dá, con arte, con razón e intención didáctica. Qué bonito era esconderse para evitar la vergüenza. Qué bello escribir ‘te quiero’ en el albero de una feria y borrarlo al vuelo, antes de que lo viera tu padre. Qué osado todo cuanto hacíamos porque no sabíamos nada, porque no éramos consecuentes ni previsores, ni queríamos llegar a ningún lado. Qué bonito deslizar las manos sin saber hasta cuándo ni hasta dónde. Qué linda nuestra ignorancia paseando por las calles y los caminos, por la vida verdadera, la de los árboles y los campos, los adoquines y los bancos, los parques. Qué linda era tu mano asida a la mía para siempre, hasta la esquina de tu casa o la casualidad de una vecina. Qué miedo daba todo, qué belleza, qué libertad. Qué envidia. 

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