GAME OVER
Salió Luis con su balón bajo
el brazo, llevando consigo la alegría de los diez años y la inocencia intacta.
Encontró a sus amigos y se dispusieron a jugar un rato. Uno de portero y los
otros dos rivalizando para hacer gol. Apenas llevaban cinco minutos de beligerancia
cuando una vecina de mediana edad les llamó la atención y les invitó, sin
ninguna cordialidad, a abandonar la contienda y buscarse otro terreno de juego.
Los chicos abandonaron la pelota y marcharon al parque. Allí, inventaron un
juego de aventuras en el que imaginaban que un volcán había entrado en erupción
y el suelo estaba totalmente cubierto de lava. Saltaban del banco al arriate,
del arriate al seto, del seto al árbol y entonces trepaban por él para ponerse
a salvo. Reían, gritaban… Entonces apareció un vecino vituperante y amenazador, desaprobando el trato que los niños daban a la flora del parque, suponiendo la
mala educación de sus progenitores y expulsándolos del vergel. Con la frustración
en los hombros, se despidió Luis de sus amigos y se marchó a casa. Al entrar se
dio de lleno con su madre, que acababa de llegar del trabajo. Jugamos a los playmobil, preguntó Luis y
recibió la negativa por respuesta, alegando el cansancio diario de la jornada
laboral. Y tú, papá, volvió a intentarlo
el pequeño Luis, pero su padre aún tenía tareas del hogar por finalizar y no
podía perder el tiempo en esas lides. Luis subió a su habitación, encendió la Play Station, se colocó los auriculares
y se sentó en el sillón. Agarró el mando y comenzó a saltar entre plataformas
deslizantes mientras una tortuga de tres pisos de envergadura intentaba
devorarlo. A los diez minutos entró su padre en la habitación. Luis, otra vez con el video juego, otra vez,
es que no sabes jugar a otra cosa, cuando yo tenía tu edad… Luis subió el
volumen del auricular y escapó en tres saltos del colosal reptil.
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