CRÓNICA DE UN PAÍS III

La causa estaba dormida. Los motivos seguían respirando en corazones sediciosos, pero ya había desaparecido de las conversaciones cotidianas. El paro, la sanidad y la inflación se imponían en las encuestas como principales preocupaciones del hombre de a pie. El líder de aquella revuelta deambulaba en el exilio. Durante un tiempo copó las portadas de la prensa internacional, pero ya apenas conseguía hacerse oír en algún medio local. Las nuevas tecnologías facilitaban la comunicación con el movimiento clandestino. Poco a poco se alcanzó, de forma velada, integrarse en el nuevo gobierno y un día, Tique (diosa griega de la fortuna) apareció en forma de voto perentorio. Entonces, los reaccionarios se manifestaron en contra a lo largo y ancho de todo el país. Los candidatos al poder encontraron en ello motivo de discordia y se pusieron el traje del progreso, apulgarado desde hacía años en el fondo de un ropero. La oposición lo utilizaba como arma arrojadiza y la prensa se llenaba los bolsillos enarbolando banderas de distintos colores según la emisora. El pueblo caminaba confundido, manipulado y disconforme. El líder exiliado, temiendo por su vida, pidió protección a las autoridades competentes mientras esperaba un desenlace que le permitiera volver a la vida pública. Se resolvió la situación en pocas semanas, y con el paso de los días la calma encontró lugares donde sentarse y dialogar, donde reconocer errores pasados y encontrar puntos de convergencia legítimos y reales. La causa volvía a cerrar los ojos una vez más. Entonces, en una calle de un país vecino, un hombre empuña un arma y dispara a bocajarro al líder en el exilio. La sangre corre por la acera desembocando en la cloaca. Las sirenas avanzan entre los edificios, los flashes deslumbran la noche ciega y las preguntas huyen en estampida. La noticia invade las imprentas de medio mundo. La indignación asalta las mentes de jóvenes reaccionarios. Los pasamontañas maquillan los rostros de la rabia y los cocteles molotov incendian vehículos policiales. La causa se viraliza alcanzando cotas nunca vistas. La ira corroe los lazos de la convivencia y las calles se militarizan. Nada ni nadie puede parar ya la escalada de violencia. Entonces sí, el país se rompe y el arrepentimiento, buscando hospedaje, es desplazado plenamente por incriminaciones y culpas. No hay cura posible para tanto dolor y todos se exilian de todos y nadie es ya de ningún sitio habitable.

Comentarios

Legales ha dicho que…
Gracias por hacer que el tema sea tan atractivo. ¡Fue un placer leer tu publicación!

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