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LA CORRIENTE

Probablemente me dejaría llevar con ellos. Supongo que no lo dudaría. Entiendo que el corazón tiraría de mí, soltaría mis manos y lucharía por alcanzarlos. Sin pensar si quiera que tal vez fuera imposible, daría igual, porque si no fuera con ellos, ¿qué haría? ¿qué sentido tendría todo cuanto soy, todo cuanto hago o pienso? ¿Qué más daría firmar la defunción de todas mis historias si la corriente los lleva? ¡Qué dolor, madre mía! ¡qué dolor más grande! Y cuando llegara el momento de rendirse y entregarse a la corriente sería soportando la culpa de no haber sido capaz de protegerlos, de asirlos debidamente, de retener sus cuerpos junto al mío. Así que, ¿qué más daría la muerte? ¿qué iba a importar ya el tiempo? ¿qué razón quedaría viva? Casi no soporto imaginarlo, no creo que pudiera vivirlo. Ese hombre abrazado al tronco de un árbol viendo como la corriente le arrebata a sus hijos…

LA MITAD DEL CEREBRO



Hoy leo, no sin asombro, un estudio de una universidad de California en el que analizan las capacidades cognitivas de seis personas a las que, durante su etapa infantil, les fue extirpado por uno u otro motivo la mitad de su cerebro. Es curioso atender a la explicación de cómo inicialmente pierden la capacidad del habla, la movilidad del lado opuesto del hemisferio amputado o la visión de un ojo. Pero aún sorprende más el hecho de que el cerebro muestre capacidad de reorganizar sus funciones y desarrolle de nuevo, no sin dificultad, el lenguaje articulado, la movilidad perdida e incluso parte de esa visión. En la parte del estudio comparativo, algunos individuos muestran enlaces neuronales de mayor poder cognitivo que personas con el cerebro completo, conexiones de redes de mayor envergadura y fuerza. Impresionante.
No hace mucho, una persona querida perdió a su madre. Esta persona es joven. Su madre también lo era, al menos para morir. El día del sepelio estuve con ella. Hablaba con dificultad, apenas controlaba el temblor de sus manos y recuerdo su mirada perdida en un horizonte inexistente. Estoy seguro de que apenas pudo ver a cuantas personas nos encontrábamos allí. En definitiva, perder a un ser tan querido como una madre debe ser algo así como que te extirpen la mitad del cerebro. Sé que ella saldrá adelante. Estoy seguro, y de hecho sé, que ya lo está haciendo.
El ser humano, en su grandeza insondable, es capaz de reorganizar sus funciones y recobrar de alguna manera la capacidad de vivir, incluso con medio cerebro. Sabéis que siempre lo he sabido porque, quien me conoce está al corriente de que mi fe en el hombre es imperturbable, pero ahora, ay amigo, ahora puedo apoyarlo en un estudio científico. Que nadie me lo discuta.
A Patricia Benjumea, con todo mi cariño.



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