SPANNUNGSFELD
Después del
divorcio, Marlenne, pasó por un período de inseguridad personal. Así que,
después de mucho pensarlo, se volvió a matricular en la Universidad de
Minnesota con la intención de acabar la carrera de Física que nunca debió
dejar. Decidió acercarse a ver como estaba el campus, si había cambiado mucho
desde que estuvo allí en los noventa. Paró el coche en la oficina de correos
del trescientos de la avenida Washington y decidió caminar hasta la universidad.
Pensó en Josh, en lo torpe que habían sido, en cómo habían dejado escapar la
historia tan bonita que habían escrito entre ambos. Se emocionó, sintió la
humedad de los ojos y se esforzó para que no lloviera en sus mejillas otra vez.
Recordó el día aquel en el que lo vio por primera vez, la primera impresión, la
voz, la aceleración de los latidos, los nervios, el aroma, todo. Pensó en cómo
habían podido cambiar tanto, en cómo habían sido capaces de mentirse de esa
manera, de faltarse al respeto en tal proporción, de discutir sin medida, de
echarlo todo por la borda.
Entre pensar,
tragar hiel y caminar, se encajó en la universidad sin sentir el entorno. Y una
vez allí le impresionó la escultura de Spannungsfeld, del escultor alemán
Julian Voss-Andreae. Se quedó mirándola de frente sintiendo que atravesaba el
acero con la mirada. Giró en torno a ella durante varios minutos, viendo al
hombre arrodillado y dejándolo de ver según el ángulo, la perspectiva, el
lugar, el espacio, el momento, el amor, la mentira, el hastío y la ilusión,
hasta que se paró frente a él, cara a cara, y se quedó mirándolo a donde
debería haber unos ojos. Rompió en un llanto de alma, sostenido en los labios e
indefendible en la mirada. Se subió al pedestal de granito sin dejar de mirar a
los ojos inexistentes y abofeteó la escultura. Por mentirle, por la perspectiva
aquella de ver a los demás desde ese punto en el que solo uno es capaz de
hacerlo. Por el amor. Por el tiempo. Por Josh. Comprendió el poder de la
ilusión óptica y entendió que eso es el amor, colocarse en un punto concreto
desde el que tu realidad resulta completa, admirable, deseable e inquieta. Una
realidad que, lamentablemente, puede cambiar hasta el punto de ser
imperceptible al más mínimo movimiento. Así, como aquella escultura de Julian
Voss-Andreae.
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Saludos desde Costa Rica