Ir al contenido principal

Destacados

LA CORRIENTE

Probablemente me dejaría llevar con ellos. Supongo que no lo dudaría. Entiendo que el corazón tiraría de mí, soltaría mis manos y lucharía por alcanzarlos. Sin pensar si quiera que tal vez fuera imposible, daría igual, porque si no fuera con ellos, ¿qué haría? ¿qué sentido tendría todo cuanto soy, todo cuanto hago o pienso? ¿Qué más daría firmar la defunción de todas mis historias si la corriente los lleva? ¡Qué dolor, madre mía! ¡qué dolor más grande! Y cuando llegara el momento de rendirse y entregarse a la corriente sería soportando la culpa de no haber sido capaz de protegerlos, de asirlos debidamente, de retener sus cuerpos junto al mío. Así que, ¿qué más daría la muerte? ¿qué iba a importar ya el tiempo? ¿qué razón quedaría viva? Casi no soporto imaginarlo, no creo que pudiera vivirlo. Ese hombre abrazado al tronco de un árbol viendo como la corriente le arrebata a sus hijos…

EL POLVO DEL MOBILIARIO

El polvo del mobiliario
Por debajo de mi casa
pasa el metropolitano,
y rompe el sueño diario,
como un despertador titánico,
Se estremecen
los cimientos de este vientre
que engendró nuestro pasado.

Pero hoy es diferente,
cuando subas al vagón
ya no habrá ningún regreso, te habrás ido.

Aquí estoy viendo las pieles
que dejaste en el armario,
disfrazando los muebles
de pájaros nacarados.
Incapaz
de sacudirme tu efigie,
incrustada en el retrato
que abrocha la pared,

el cuerpo se me desliza
en el triste despeñadero
de una triste silla,
como una impecable esfera
por una repisa que cuelga
deprimida.

El viento aprovecha tu huida
de puertas ya expertas por redundancia,
como un carril despejado
por las lúcidas ambulancias.

Y me abriga la pesadumbre
húmeda, lúgubre,

y tu metropolitano
me parece un coche fúnebre.


La memoria me regala besos ya caducados
e imagino que pululan
en un rayito de luz
que apuñala la persiana
y acaricia la cortina
como caña de bambú
transparente e intangible
que llega hasta la cocina.

Así salto por tus recuerdos
como famélica y desahuciada
taquicárdica perdiz perdida,
que atraviesa el amarillo
árido campo de minas.

Pero no salgo a buscarte
ni fotos,
ni luz,
ni guerra.

Pero no salgo a buscarte,
¡maldita sea!

Y me quedo en mi nostalgia pretendida
de poeta apesadumbrado
con la mirada perdida.
-Pasa el metropolitano-
Y yo me quedo sentado
viendo como se agita
el polvo del mobiliario.

Comentarios

Marta ha dicho que…
Que bonito y que triste!!! Espero que se te pase pronto. Mientras, si te sirve, te mando un abrazo, ¿puedo?
Jesus Dominguez ha dicho que…
Abrazo recibido. Gracias, me ha sentado estupendamente.

Un abrazo para ti, Marta.
Mª Rosa Rodríguez Palomar ha dicho que…
He llegado aqui gracias al blog "Embriagarse de poesía" y realmente me he embriagado con tus letras, me alegra conocer otro blogger poeta, hilvanador de palabras hermosas. Pasaré de vez en cuando para leer más y despacio. Saludos
Fernando Nerú ha dicho que…
Hoy revisto mis palmas de laureles, para arrojarlas con emocion a este diafano espacio poetico que me ha cautivado.

Felicitaciones estimado Jesús.

Atte. Fernando Nerú.

Entradas populares