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LA CORRIENTE

Probablemente me dejaría llevar con ellos. Supongo que no lo dudaría. Entiendo que el corazón tiraría de mí, soltaría mis manos y lucharía por alcanzarlos. Sin pensar si quiera que tal vez fuera imposible, daría igual, porque si no fuera con ellos, ¿qué haría? ¿qué sentido tendría todo cuanto soy, todo cuanto hago o pienso? ¿Qué más daría firmar la defunción de todas mis historias si la corriente los lleva? ¡Qué dolor, madre mía! ¡qué dolor más grande! Y cuando llegara el momento de rendirse y entregarse a la corriente sería soportando la culpa de no haber sido capaz de protegerlos, de asirlos debidamente, de retener sus cuerpos junto al mío. Así que, ¿qué más daría la muerte? ¿qué iba a importar ya el tiempo? ¿qué razón quedaría viva? Casi no soporto imaginarlo, no creo que pudiera vivirlo. Ese hombre abrazado al tronco de un árbol viendo como la corriente le arrebata a sus hijos…

NO ME JUZGUES



No me juzgues. No cometas el error de creer que entiendes lo que me está pasando. No me mires con displicencia ni anticipes mi caída. No me valores por este momento ni por aquel otro ni por el que venga más tarde. No me conoces. No. No digas lo que harías tú en mi lugar porque no lo sabes. No lo estás ni lo estarás nunca. No te decepciones, no te he dado ese derecho, ni a ti ni a nadie. No sabes de donde vengo ni por qué actúo de esta manera o cualquier otra. Mis zapatos no son tuyos ni de nadie. No son de un número ni de otro. Son solo míos. Me aprieten o me vengan grandes son los que tengo y con ellos llegaré hasta el fin del mundo. Un fin del mundo que solo yo decido cuál es, donde está, cómo se llega y dónde acaba. Sí, así es, y si decido que el fin del mundo son sus labios allí iré. Allí llegaré con todos mis prejuicios, con mis verdades y mis sueños. Con todo lo que sea capaz de recoger por el camino. Arrastraré las miradas acusatorias de todos vosotros, los dedos índices, los insultos y las burlas. Me haré una manta con ellos para soportar el frío del rechazo ajeno y alcanzaré su boca. Dormiré allí, no sé cuánto tiempo, y cuando me vaya no me importará ya que me juzgues. Podrás hacerlo entonces como mejor te parezca porque ya seré inmune. Porque eso es lo que pasa cuando uno hace lo que realmente quiere. Te invito a qué pruebes un día a hacerlo, sin miedo, sin confesiones ni purgas. Con ansia. Ve, sal fuera de tu estrecha existencia y vive. Yo no voy a juzgarte. Te lo aseguro.

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