MAÑANA



Jorge y Mariana salieron a dar su paseo como cada tarde. Llevaban sus guantes de látex y su mascarilla de TNT, elegantes y cómodas, a juego con el fular de ella y la blusa de él, diseños de Balbino Bernal. Al alcanzar la avenida percibieron cierta aglomeración en el tráfico, algo anormal a esa hora del día. Así que, antes de alcanzar el punto mismo de la retención, ya especulaban sobre la naturaleza de aquella. Algún vehículo averiado – propuso Jorge. Habrá controles de salida – supuso Mariana. Conforme se aproximaban al conflicto vieron como los vehículos maniobraban de un carril a otro de la vía intentando recuperar el sentido de la circulación y entendieron que algo debía estar obstaculizando el tráfico ordinario. El resto de caminantes transitaban por el acerado manteniendo las distancias y girando la testa al llegar a la altura del trance para saciar la curiosidad, aunque sin detenerse y prosiguiendo el camino, como si todo fuera banal e indiferente. Alguno que otro detenía el paso y observaba con atención, como intentando retener las imágenes de lo que allí acontecía, pero enseguida volvía a recobrar el camino en la dirección inicial.

Cuando Jorge y Mariana llegaron al punto se encontraron con un hombre tirado en la calzada, concretamente en el carril derecho, en posición decúbito prono. No parecía haber recibido ningún golpe ni haber sido víctima de un atropello. Su ropa estaba intacta. Mariana miró a Jorge con desaliento.

-          ¿De verdad? - Le dijo.

Jorge se adelantó, atreviéndose a cruzar la calzada mientras expresaba -vaya tela…- y agarró al hombre por las axilas, tirando de él hacia la acera mientras el claxon de los autos le apremiaban. Lo alejó de la carretera y apoyó la espalda del cuerpo sobre la pared de la fachada del edificio más próximo, dejándolo sentado.

-          ¿Está muerto? – preguntó ella.

Él le tomó el pulso.

-          Creo que sí – concluyó.

-          Es increíble, de verdad, la gente es… un cadáver ahí tirado en medio de la carretera y ¿nadie hace nada? ¡que está obstaculizando el tráfico, joder! – pronunció Mariana con una indignación evidente.

-          A saber el tiempo que llevaba ahí tirado – dijo Jorge, y continuó – yo creo que es un político, así con la chaqueta, la corbata, los zapatos de piel y el rolex de importación.

Mariana lo miró e hizo una mueca de indolencia con la boca.

-           puede ser… o un abogado – apuntó.

Jorge se afanó en colocar el cuerpo de tal manera que no perdiera el equilibrio. Intentó que la cabeza mantuviera una posición firme, pero era imposible. Le colocó la barbilla contra el pecho, se levantó sacudiéndose la ropa y echándole un último vistazo al cuerpo inerte le dijo a Mariana:

-          Bueno, ¿qué? ¿vamos?

-          Sí, anda, vámonos. – contestó Mariana – Hay que ver en lo que nos estamos convirtiendo, eh, - le decía mientras recobraban la caminata - el muerto ahí jodiendo el tráfico y nadie lo retira. Los conductores esquivándolo, los peatones viéndolo… no lo entiendo, vamos

Y continuaron su paseo diario conversando sobre el incivismo latente de la sociedad de la época.


Comentarios

Emily ha dicho que…
Años sin leerte, sigues siendo un genio. Comenzaré a hacerlo mas seguido. Saludos

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